Mellon Collie and the Infinite Sadness

Hay días como hoy en los que parecen buenos para morir, no quiero parecer emo suicida, por favor no me mal interpreten, soy tan cobarde que ni siquiera me atrevería a quitarme la vida. Es sólo que a veces siento que lo he vivido todo a mis cortos 25. Todo me abruma, la gente que me rodea, la imagen que veo en el espejo, la rutina… sobre todo la gente que no deja de juzgarme, mi jefe me llama para decirme lo bien que lo estoy haciendo y no puedo evitar sentir que las tripas se me revuelvan cuando me dice: “Male… ven tantito por favor…”. Es una absurda sensación de haberlo hecho todo mal aunque todo esté perfectamente bien, es tonto.

Una noche de Agosto del año pasado, tuve que huir de mi casa por consejo de mis abogados, para empezar una nueva vida bajo del mar. Ahora tengo que salir de mi burbuja de cristal y buscar otra más grande, una que tenga un poquito más de oxígeno para seguir respirando, dejar mi nuevo empleo y tal vez la ciudad. Cosa que no me agrada ni tantito, yo no soy de esos espíritus intrépidos que les gusta conocer lugares o personas nuevas. De lo contrario, me aterran los cambios.

Pido una disculpa a ustedes lectores si les he contagiado mi impotencia, ya sé que esto no es lo que estoy acostumbrada a escribir pero ni modo. A veces me dan arranques de emociones enconradas que no soy capaz de canalizar.

Espero no tener muchos post como este, generalmente tiendo a apreciar y engrandecer las cosas buenas de la vida y minimizar lo malo que me pasa, pero como empecé diciendo, hay días en los que esos mínimos malos detalles se juntan y se vuelven una tristeza infinita que agobia.